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19 de octubre de 2015

Intervención del ministro del Interior en Enagro 2015

Ministro Jorge Burgos abordó la situación política en el país.

[VOCATIVOS]

Quisiera agradecer la invitación que me cursara Patricio hace un mes y medio, y probablemente porque hace mucho tiempo y los dos entendimos que bastaba sólo una llamada para estar acá y para ratificar la invitación es que tenemos algunas diferencias de criterio respecto de lo que yo sentí para lo que estaba invitado y lo que dice el título.

Yo me preparé para lo que yo sentí que estaba invitado, porque yo creí que formaba parte de mi participación de la pregunta “lo que está pasando en Chile” y trabajé mi breve intervención sobre eso. Pero bueno, es atingente al tema para el cual señalabas tú en la introducción, se justificaba mi presencia.

Lo que está pasando en Chile lo tengo que decir desde la perspectiva, nadie pensaría que voy a hablar sobre lo que está pasando en Chile en materia cultural, que es mucho y muy importante, o en materia de relaciones de las personas que están pasando muchas cosas importantes y distintas. Me han invitado para hablar de lo que está pasando en la política chilena, no tendría otro sentido.

Intentaré no dar la respuesta de cajón propia de un funcionario, en todos los países y en todas las épocas, que consiste en decir aquí no está pasando nada malo.

No es así; atravesamos una situación que tiene dificultades pero que hay que analizarla con la cabeza fría y procurando evitar tanto el optimismo irresponsable como el pesimismo abyecto.  Ambas exageraciones  -o un exceso de optimismo o de pesimismo-  son fallas que se pagan caras y  deben evitar no sólo los gobernantes sino también los empresarios como ustedes.

Asumiendo que pasamos por un período complejo lo primero que quiero decir es que este momento suele ser difícil de leer.

De partida diré que aquí no hay una crisis económica y que así lo indican los más variados organismos internacionales.

La semana pasada el FMI, analizó la situación de las ocho principales economías latinoamericanas   –esto es Brasil México, Argentina, Colombia, Chile, Perú, Venezuela y Ecuador–   indicó que, en 2015, el país con las más alta tasa de crecimiento va a ser Colombia, con un 2,5% anual; luego viene Perú, con una décima menos; y luego México y Chile con una décima menos que Perú esto es un 2,3% anual.

Resultado que no es satisfactorio si lo comparamos con nuestras tasas promedio de los últimos 25 años; pero…  no es ofensivo si lo comparamos con el resto de América Latina y con la enorme mayoría de los países del mundo.

Si salimos de las tasas de crecimiento y nos vamos a los aspectos cualitativos de la economía, hay más razones para ser comparativamente mejores pues no hay indicadores característicos de una crisis económica que sí están asolando a otras economías del vecindario.

Me refiero a situaciones de alta inflación; crisis cambiarias; fijaciones arbitrarias del precio del dólar (asunto que muchos agricultores de la región sufren implacablemente); desabastecimiento; graves déficits fiscales.

Pero, además y esta es una apreciación pero que está muy generalizada, y es que la actual conducción de la política económica chilena está en manos expertas.

Eso no quiere decir que esté exenta de críticas, pero nadie serio, que yo conozca, acusa al actual equipo económico de estar actuando con irresponsabilidad o destruyendo las bases que sustentan lo que los economistas llaman un “sound economic management” esto es un manejo económico sano, íntegro, correcto.

Ahora, que sea un manejo sólido, sano, no quiere decir que no pueda cometer errores, que no pueda estar sujeto a crítica.  Simplemente  -¡y por Dios que es importante!-  estoy diciendo que hay una garantía de seriedad y responsabilidad.

Se ha hecho lugar común decir que ésta es una crisis política y efectivamente es eso, pero en ciertos aspectos es algo distinto y, a veces, incluso un poco más.

Pero no quisiera avanzar en esto sin antes hacer una aclaración que creo trascendente e importante.

Siendo ésta una crisis predominantemente política no es una crisis institucional.  No quiero detenerme mucho en esto sino sólo decir que parte muy significativa y trascendente de la estructura del Estado funciona y lo hace bien:

–los Tribunales

–la Fiscalía Nacional

–la Contraloría

–El Banco Central

— El T. Constitucional

— Las Superintendencias, a que seguir

Es cierto que no hemos logrado nombrar Contralor y espero que muy luego tengamos Fiscal Nacional, pero eso es parte de un juego democrático que es a veces difícil, pero a eso no le llamemos crisis porque no lo es y las instituciones funcionan.

El nombramiento del anterior Contralor, sólo un recuerdo, tomó algo más de siete meses.

Pero, además, todas las encuestas de opinión muestran una muy alta valoración ciudadana de instituciones tan importantes como,

–Las FFAA,

–Carabineros,

–la Policía (PDI) y otras más

No puedo dejar de destacar que el Estado funciona con eficiencia ante la suma de catástrofes naturales que nos azotan.  Carlos Furche lo recordaba recientemente a partir de las catástrofes del norte o del norte chico. Tal es la apreciación ciudadana que muestran los estudios de opinión.

Y finalmente, ya no en lo institucional pero sí en el espíritu general del país, tampoco veo una crisis de magnitud.

Hay una valoración alta de algunos medios de comunicación, en especial las radios, y en lo que se refiere al debate político, es cierto que tenemos diferencias y a veces hay una cierta crispación, pero si miramos al Continente, incluso Estados Unidos, con todas sus fallas el debate entre gobierno y oposición es civilizado y eso es un mérito de gobierno y oposición.

Mi tarea, por encargo de la Presidenta de la República, como Ministro del Interior ha sido procurar que ese clima se mantenga y ojalá mejore

En Chile tenemos polémicas y a veces acusaciones duras e injustas, pero no tenemos una “guerra social” ni mediática.

Entonces ustedes me preguntarán  ¿y dónde están las dificultades?. Partiré por decir que las hay.

De partida hay una crisis de las elites y, como lo he dicho, en otras ocasiones, las elites son fundamentales para el desarrollo de un país, son fundamentales para el desarrollo de un país. Una crisis de prestigio en la alta jerarquía religiosa; una desconfianza y crisis de credibilidad en la elite empresarial y una tanto o más grave respecto de la elite política.

Me preocupa, también, que durante la última década el prestigio de instituciones como las universidades, la empresa privada, la iglesia católica, la televisión, el parlamento, los gremios, para qué hablar de los partidos políticos, hayan visto caer su valorización ante la ciudadanía.

Sólo en algunos de estos campos el gobierno tiene algo que hacer, pero más importante me parece que todos tomemos el compromiso de, primero y antes que nada, barrer frente a nuestra propia casa.  Mejorar las instituciones de que formamos parte para así crear un Chile mejor y una relación de mayor confianza entre todos.

Las crisis políticas son difíciles de leer especialmente cuando ocurre como en Chile que no hay un juego de suma cero donde lo que cae el prestigio del gobierno equivale al aumento del prestigio de su oposición.  Lo grave es que aquí todos caemos.

Tampoco esta crisis permite decir que hay un bando de los  “buenos” y otro de los “malos” sino que las fallas que nos aquejan atraviesan a todos los actores y a todos los grupos sociales.  Eso explica que los rasgos de esta crisis sean un profundo malestar y una muy grave desconfianza.

Con franqueza y sin tonos altisonantes quisiera referirme a algunas cosas que estamos haciendo para enfrentar esta situación y excúsenme que en honor de la brevedad lo vaya a hacer de un modo más bien acotado.

Creo que el tono general de gradualidad que caracteriza la política de realismo definida por la presidenta, está cumpliendo con su objetivo de aquietar los ánimos, de reducir el cariz amenazante que estaba empezando a cobrar este debate.

Es cierto que hemos tenido reveses, que nos afectan, como la imposibilidad de nombrar la semana pasada al Contralor, pero espero que ese clima se supere, para el bien de todos.

Hay que desarmar los espíritus para así facilitar la búsqueda de acuerdos amplios, que es un objetivo de la buena política.

En lo sustantivo, miramos con esperanza el resultado de las leyes de probidad. Creo que de su aprobación derivarán beneficios para Chile.  Estoy seguro que las normas sobre financiamiento de la política harán una sociedad más sana, más honesta, más transparente y con una mejor calidad de la política.

Ellas dejarán atrás la seguidilla de escándalos que en los últimos meses ha marcado nuestra vida pública.

Ninguna sociedad está libre de actos de corrupción, pero lo que distingue a una sociedad sana de aquella que no lo es, es que la primera tiene capacidad y fuerza de reacción frente al delito.  Aunque el costo haya sido muy alto y doloroso, el resultado será un Chile mejor que el que teníamos y, a su vez, los políticos y los empresarios habremos incorporado a nuestra cultura la idea de que nuestra sociedad no acepta nunca más ciertas conductas y que aquellos que insistan en ellas, deberán pagar costos personales y económicos  muy elevados.

Como todo demócrata pienso que los partidos son una pieza fundamental del sistema. Y aunque ellos estén en lo más bajo de su prestigio, lo único que cabe es sanearlos, regularlos, hacerlos más abiertos, transparentes y responsables. Hay una regla fundamental que dice que los países que tienen una mejor calidad de la política, son los que tienen mejores partidos políticos.

Finalmente voy a hacer una breve referencia al proceso constituyente pues sé que su anuncio ha provocado comentarios legítimos en algunos de Uds.

¿Cómo podríamos no entender que la estabilidad en las reglas del juego es una condición necesaria del ahorro y de las inversiones; una exigencia de cualquier emprendimiento de mediano o largo plazo?  ¿Cómo podríamos no entender entonces que cause inquietud iniciar un proceso de revisión del texto constitucional que, entre otros, asegura la libertad económica y el derecho de propiedad?

Para qué provocar este proceso, dicen algunos, en condiciones que esta Carta Fundamental ha sido uno de los factores que ha permitido 25 años de progreso. Algo de eso había en el saludo del presidente esta mañana. ¿Para qué remover los cimientos del edificio? ¿Para qué andar revisando las raíces de un árbol que ha dado buenos frutos?

Me cuento entre los convencidos de que el país ha tenido avances notables en el último cuarto de siglo y no sólo en crear riqueza y en reducir drásticamente la pobreza sino, también, en el disfrute de las libertades y en expandir el goce de derechos económicos y sociales.

Pero también debemos reconocer que algo anda mal en nuestra institucionalidad política.   Como he dicho, instituciones y autoridades han ido perdiendo credibilidad y ganándose el fastidio de la gente. Tampoco podemos negarnos ante la evidencia, según lo indican la encuestas, sin excepción, que a lo menos un 70 por ciento de la ciudadanía anhela una nueva Carta Fundamental.

La institucionalidad política muestra fallas y parece indispensable volver a abrir el motor, revisar sus raíces. Esas son las leyes políticas, pero también la Constitución, para que así, aumentando las formas de participación y mejorando los canales de representación, podamos volver a encarrilar lo que anda algo descarrilado: la capacidad de las instituciones y de las autoridades de representar al pueblo y de éste de sentirse cabalmente representado por sus autoridades.

De esa viga maestra de la democracia representativa depende que las instituciones sean en verdad sólida y las reglas estables. Sólo en esa sintonía podemos depositar verdadera confianza… y hay un ruido en ese engranaje del que no debemos hacernos los sordos, a riesgo de que por no haber enfrentado el problema oportunamente, más tarde nos explote en la cara.

El motor, la sala de máquinas, puede volver a revisarse. La institucionalidad permite hacerlo y hacerlo de un modo institucional y ordenado, conforme a reglas, a través de una política de Estado, por mayorías calificadas.  Eso es lo que la Presidenta de la República ha anunciado. Ningún salto al vacío.  Ningún atajo.

Es la institucionalidad la que revisará la institucionalidad, luego de un período de escuchar atentamente a los ciudadanos.

Los invito a no tener temores frente a este proceso, a participar en este sano viaje a las raíces. En esta revisión de nuestros problemas institucionales no nos desprenderemos de nuestra tradición, ni olvidaremos nuestra experiencia. Les confieso que a veces no logro comprender esta contradicción en que algunos viven  y que consiste en que, por una parte, declaran no querer que se le imponga desde arriba, o entre gallos y medianoche, una Constitución y, por otra, se niegan a participar en su discusión y elaboración.

Ahora, si en este debate  hay algunas voces que les parecen disonantes o desafiantes entonces el real remedio es que quienes crean eso, eleven la suya para argumentar con altura y en las más distintas instancias. Al gobierno de la Presidenta Bachelet le asiste la convicción de que la opinión pública chilena es muy sensata.  ¿Por qué entonces tanto temor de ir a escucharla, en condiciones que podemos ir a recuperar la credibilidad de las instituciones?

Los invito a estar atentos al proceso y a participar de él; a denunciar todo aquello que les parezca alejado de un esfuerzo genuino por consultar a la opinión pública. Estaremos atentos a sus voces; nuestras puertas estarán abiertas para Uds. tanto como para cualquier otro grupo relevante.

Agradezco Sr. presidente la oportunidad de entregar algunas reflexiones e ideas para efectuar, entre todos, el ejercicio intelectual de “saber qué nos está pasando”, no hay mejor camino para superar los problemas que el dialogo, en el creo firmemente, aunque a veces me acusan de falta del mismo.

Muchas gracias.